libreta oxidada

las libretas en blanco me dictan todo lo que hay aquí.

Archivos mensuales: octubre 2011

Cuentos para ciegos

El hombre, ciego camino. Ciego de sus pies (o de su pie), ciego de sus manos (o de su mano), ciego de todo (o de nada). ¿Un ciego es alguien que no ve? Bueno, no es pregunta, es cliché. Tantas veces que se ha hablado de la ceguera (sí, Saramago escribió un libro) que ya no sabemos qué tan ciegos estamos, o de qué lado estamos, bueno, a todo esto, ¿desde cuándo están estos lados?, es decir, yo nací crecí y escribí esto, pero no recuerdo haber escogido un lado, si es que los hay. El sol brilla, las mujeres tejen, la mirada fluye, el río se ríe, la navaja pende de un filo, etcétera. ¿Qué sería de nuestra vida sin los etcéteras? (no es pregunta pero no cómo decirlo de otro modo).

El hombre ciego camina y las pulsaciones vertiginosas lo guían. Realidad. Cómo impresiona eso de que el corazón sea quien guíe a alguien, porque yo no creo que un perro o un bastón sirva de guía, es decir, los bastones, cuando árboles, estaban quietos y los perros, apenas si saben ladrar. Un simio quizá sepa guiar, aunque los simios no ladran ni se están quietos, y mucho menos leen a Saramago. De repente uno voltea y la casualidad está de nuestro lado (ah, nuestro lado) y nos damos que tal vez, no, tal vez no, todo es parte de todo y todo parece pintado con el mismo pincel y disparado con el mismo calibre. Causalidades.

Saramago escribió un libro sobre la ceguera, deberían leerlo, dice un señor que usa bastón y que no tiene perro. Tantos deberían salen sobrando en una hora, desde la mañana: deberías sacar la basura. Ah, pero nunca falta alguien que sobra. Nunca y siempre son como dos líneas paralelas que llevan sentido contrario, pero eso todos lo saben, es como decir que un ciego y alguien que no quiere ver es exactamente lo mismo. Alguien que es ciego se daría cuenta que la luna es de queso porque está en la vía láctea o que Saramago escribió varios libros, uno fue sobre la ceguera (creo que ya lo he mencionado). Alguien que no quiere ver no se da cuenta de algo tan insignificante como el famoso hecho de que no está solo mientras no se dé cuenta que lo está. Pero igual, creo que deberíamos (ah, deberíamos) escribir cuentos para ciegos y también para los que no ven.